viernes, 18 de diciembre de 2009

Fanfic TLOZ (aún sin título definitivo)

Capítulo I: Recuerdos de primavera; un encuentro misterioso.

Sin haber encontrado a Navi, pero con nuevos amigos en una tierra remota, nuestro héroe regresaba a su hogar. Montado sobre su fiel yegua Epona atravesó los bosques perdidos rápidamente. Un poco decepcionado estaba Link al no haber encontrado a su amiga perdida. Además, estaba muy cansado después de librar aquellas batallas para salvar a Termina de las malvadas garras de la Máscara de Majora. Regresaría al bosque Kokiri a descansar un tiempo antes de seguir con la búsqueda de Navi. Pero antes quería ir al mercado de Hyrule para comprar algunas provisiones. Después de haber comprado todo lo que necesitaba decidió dar una vuelta por el pueblo. Se dio cuenta que habían lugares que no había explorado. Caminó por uno de los pasajes hasta llegar a un hermoso campo de flores. En el centro había una fuente de agua y sentada en la orilla de la fuente estaba una niña. Nuestro héroe estaba algo alejado de ahí, por lo que la niña no lo vio. De pronto la niña se puso de pie y comenzó a bailar alegremente alrededor de la fuente. Link pensó que aquella niña era muy amistosa al verla danzar y decidió ir a saludarla. Pero antes que Link llegara al lugar unos niños aparecieron y rodearon a la niña.

“Oye tú, ladrona. Deja de andar bailando y tarareando tan feliz por aquí” –le dijo uno de los niños.

“Pero, ¿por qué no puedo?” –replicó ella con un tono triste.

“Porque tú no perteneces a este pueblo. ¿Acaso no te haz mirado?” –le respondió otro niño.

“¿Qué tengo de malo?” –dijo ella casi llorando.

“Mira tu piel, no eres como nosotros y todo es por ser hija de una mugrosa ladrona del oeste” –respondió un tercer niño.

Ella se puso a llorar desconsoladamente. Los niños se agacharon y agarraron unas piedras del suelo. Desde no muy lejos, Link observaba lo que estaba pasando. Definitivamente no iba a permitir que esos niños la trataran de esa manera. Justo cuando los niños iban a tirarle piedras a la pobre niña, Link apareció delante de ella para defenderla.

“¿Quién eres tú?” –dijo uno de los niños, sorprendido.

“Por las ropas que viste debe ser del bosque” –dijo otro de los niños mirando el típico traje verde que caracteriza a los Kokiri.

“No importa de dónde sea si está del lado de esa ladrona” –dijo enfurecido otro niño.

Después de decir esto, los niños empezaron a lanzarle piedras a los dos. Sin embargo, Link sacó su escudo Hylian y evadió las piedras. Luego desenfundó su espada para espantar a los niños. Al ver la espada, los niños corrieron asustados.

“¿Estás bien?” –le preguntó Link a la niña y a la vez guardando su espada y escudo.

“Sí. Muchas gracias por salvarme de ellos” –le respondió la niña.

Link podía comprender por lo que estaba pasando aquella niña. A su mente vinieron los recuerdos de cuando los otros Kokiri lo molestaban por no tener un hada.

“Ellos siempre me están fastidiando, porque soy hija de una Gerudo. Aquí en el pueblo de Hyrule, las Gerudo tienen fama de ser ladronas. Es por eso que me tratan tan mal. ¡Oh, pero qué descortés he sido! Mi nombre es Canice y ¿el tuyo?” –le dijo la niña a Link.

“Link” –le respondió nuestro héroe.

“Es un gusto conocerte, Link” –dijo Canice.

Link observó atentamente a Canice y pudo ver características de una Gerudo en ella, como el color de la piel. Pero tenía otra mirada, ojos verdes, cabello azabache y para sorpresa de Link, un par de orejas puntiagudas.

“Debes estar preguntándote el por qué de mis orejas. Es porque mi padre es un Hylian. Vivo con él, porque la vida es más segura acá que en el desierto. Debes en cuando mi madre nos viene a visitar” –dijo Canice, respondiendo las dudas que rondaban la mente de Link. Luego la niña se sacó un colgante que llevaba y se lo dio a Link.

“Este colgante me lo dio mi padre cuando era pequeña. Es una reliquia familiar. Quiero que tú lo conserves. Considéralo como una muestra de agradecimiento por ser mi héroe antes” –le dijo Canice algo ruborizada.

Link le brindó una sonrisa y se preparó para marcharse.

“¿Ya te vas?” –le preguntó Canice a Link.

“Sí, debo seguir con la búsqueda de mi amiga perdida” –replicó Link

“Ya veo. Espero que la encuentres muy pronto” –le dijo Canice.

Link emprendió el regreso a su hogar, haciendo una señal de despedida a Canice.

“Muchas gracias por todo, Link” –le gritó Canice mientras Link se marchaba.

En ese preciso momento, el viento comenzó a soplar con más intensidad y los pétalos de las flores se esparcieron por el aire, así como su aroma. Link casi no se divisaba en el paisaje y Canice se decía a sí misma que nunca olvidaría al primer hombre que no la juzgó por su apariencia, sino que la aceptó como a una semejante.

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